15.8.07

Ken era un poco mariquita

Cuántas tardes memorables! Cuántas conversaciones! Vestidos, peinados, su Porsche. Todo el universo de una niña cabía en una sola muñeca cuyas dimensiones han sido puestas en entredicho tantas veces que ha perdido el glamour. Lo cierto es que de nunca ha tenido demasiado encanto para mí esa muñeca que ahora observa sentada desde lo alto de una estantería cómo va cambiando el mundo, con una mano vendada y su eterno fiancee negro junto a ella. Escondí sus curvas tan acentuadas y su excesiva delgadez debajo de sempiternos vestidos a los cuales negaba el ser acompañados por tacones, por eso de que luego duele la espalda. Borré de su cara cualquier resto de maquillaje artificial y mundano gracias a sesiones intensas de alcohol y jabón, dejando a la vista una cara limpia y más sonriente de lo normal. Un pelo normal, un espíritu alejado de frivolidades (todavía recuerdo cómo escapaba de las fiestas snobs para refuegiarse con sus amigos) y su eterno brazalete (hecho con un trozo de uno de mis bolis favoritos) hacen de mi muñeca única! Estoy orgullosa de eso, porque hace años ya que la tengo y me recuerda tiempos mejores, risas mil y que lo importante de una chica son sus gemelos. Hoy día las muñecas llevan minifalda, van maquilladas como si tuviesen algo que esconder, hablan, hacen muecas y bailan solas, sin que una niña deba ayudarlas a cobrar vida. Con cosas así no me extraña que al final todo esté defectuoso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

los defectuosos somos los humanos...
Nw