16.5.11

Un rayo no cae nunca en el mismo lugar

Ayer leí de pasada una noticia en la que hoy he ahondado un poco. Tras leer el asunto en cuestión, todos pensamos que sin duda se trata de otra extravagancia digna del mismísimo Paco Rabanne, que años atrás cerró sus tiendas de la capital francesa ya que el cielo (o la MIR, tanto da) caería sobre su cabeza. Nos lo tomamos en broma, nos reímos y miramos con sorna y pena a aquellos que creen que el fin está cerca. No obstante, y si fuese cierto? Y si tan solo quedasen cinco días? La gran pregunta ya os ronda la cabeza, verdad? Qué haríais? La respuesta a toda crisis existencial siempre suele derivar en "vive cada día como si fuese el último". De ahí podemos sacar la conclusión de vivir a tope, no dejarse nada en el tintero, disfrutar, salir, bailar, beber y todo eso. Pero también habrá gente que, al igual que uno de los hombres más influyentes de finales de siglo XX y principios del XXI, se eche a llorar maldiciendo su suerte.


Qué es entonces lo que nos gustaría saber en el momento en que Dios abra los cielos y los infiernos y nos arroje a unos hacia a un lado y hacia otro. Sabernos felices, plenos, en paz. Hamlet no tenía miedo a la muerte, tenía miedo a lo que hay después. Yo no le tengo miedo a vivir, tengo miedo a lo que queda después de cada experiencia. El tiempo tiene que enseñarnos no solo a encajar mejor los golpes sino también a comprenderlos y apreciarlos. Vivir cada día como si fuera el último no debería implicar hacer muchas cosas sino entender porqué suceden y cómo nos afectan. Disfrutarlos como si fuera la primera vez y no la última. Todo el mundo recuerda su primer beso, pero no el último. Su primera vez, su primer día de clase, la primera vez que vio a su hijo, su primer coche. Pero nadie recuerda la última vez que fuimos a tomar una copa con aquella amiga, cuando fuimos capaces de dar la vuelta a una tortilla de patata, la última vez que nos reímos con ganas. Porque estamos tan acostumbrados a ello que no le damos importancia.

La primera vez que fui capaz de aparcar el coche a la primera en la plaza de garaje me sentí muy bien, satisfecha y orgullosa de mí misma. La cuestión es que ahora no le doy mayor importancia cuando sigue siendo el mismo coche, la misma plaza y el mismo mínimo espacio para maniobrar. Es que tiene menos mérito? Acaso no me debo sentir orgullosa aún? La experiencia nos hace confiados respecto a nuestras destrezas y sentimientos. Pero la verdad es que nunca hay dos momentos iguales. Nunca volverá a pasar esto otra vez. No es la última vez que te pasará, pero sí la primera en estas circunstancias. Cuando tenemos un dejavú, se repiten unas pocas frases pero las cositas dentro de nosotros pueden ser diferentes. Ya no sentimos amor, odio, rencor, alegría, resaca, neutralidad. Si la vida nos va cambiando cada día, eso hace que cada cosa que sentimos y que decimos esté dentro de un marco siempre cambiante. Por eso todo evoluciona y no volvemos a ser los mismos que aquella primera vez. Porque cada momento es único y supone siempre el comienzo de otra cosa. De todas maneras, por lo menos, esta vez el final cae en sábado.

6.5.11

Frases lapidarias

Si quitamos el fútbol y Telecinco de nuestra programación televisiva, podremos empezar a aspirar a ser un país europeo normal.