22.6.06

Como se suele decir...

*Para empezar, a los lectores un aviso. Ni pretendo dañar sentimientos, ni pretendo que surjan discusiones en torno a la política, tema que odio. Me considero jurista, científica del Derecho, y como tal escribo estas líneas. En las últimas frases, con las que estoy totalmente de acuerdo, no interpreto guerra en su sentido literal, ni considero al rey ni al reino como figuras inalterables. Si quieres, cámbialas por república, monarquía totalitaria, anarquía, dictadura,... lo que te venga en gana. Yo, por mi parte, las cambio por Constitución, Justicia y Ley.

Hoy día se escuchan en la radio y en la televisión, y se leen en los periódicos noticias relacionadas con eso que llaman "sentimiento nacional". Esta expresión, lejos de causarme orgullo por haber nacido en esta tierra que amo (mmm, a ver, nací en un sitio, fui al colegio en otro, me establecí en una ciudad en concreto pero he recorrido casi la totalidad del territorio español) me hace recordar con cierta amargura tiempos de esos tan pasados que ni yo ni ninguno de mis allegados recuerda, con la excepción de mis abuelos y sus contemporáneos. Pues bien, polémicas aparte pero sin dejar de mirar al pasado, la ironía que casi siempre gobierna en mi vida quiso que estudiase una asignatura de esas que parecen servir para poco pero que finalmente enriquecen la culturilla general de esta modesta estudiante iuspositivista. En esos dos días de fulguroso estudio contrareloj, retornaron a mi mente aquellos temas olvidados en el subconsciente sobre el glorioso (que lo fue) reino astur-leonés. Más que por obligación, cogí el libro con gusto recreándome en la descripción en la que ese "sentimiento nacional" no era sino el espíritu de un pueblo ansioso de libertad, con la idea siempre presente de que la unión hace la fuerza. Se unieron, bajo uno de esos reyes feudales, medieval, bárbaro si así lo quereis llamar, porque no por tener estatuas tan hermosas dejaba de ser un bruto. Pero la cosa funcionó y ganaron, y poquito a poco fueron avanzando hacia el sur haciendo de esta una tierra de nacimiento. De nacimiento de España, de conquista y reconquista, de tradiciones que ahora se mueren poco a poco bajo el yugo de nuevos y extraños personajes que se alzan con el poder de decirnos qué debemos o qué no debemos estudiar, decir, hablar, votar.
Para todos aquellos que piensan que esta entrada es fruto de una mente totalmente derrotada ante un simple manual de asignatura optativa, sabed que siempre he tenido presente de dónde vengo, de dónde soy. De dónde nació la tierra que todos pisamos. Que mantendré la esperanza en el resurgimiento de la Constitución por encima de esa diarrea legislativa que gobierna nuestra democracia desde los años noventa. Que el "sentimiento nacional" se me antoja ya no como algo particular tuyo o mío sino de todos. Que día a día siento pena, pena de ver cómo se muere el bosque porque los árboles se van. Lo decían entonces y lo dejo aquí constatado: rey serás si fecieres derecho; faciendo derecho el rey deve aver nomme de rey, et faciendo torto, pierde nomme de rey. Y si eso no os parece suficiente, allá van dos frases de nuestro tan a lo vano mentado Campomanes:
Intentemos preservar
las leyes e libertad en que nuestro mayores vivieron
y los antecesores del rey nos dejaron.
Hermosa es la guerra cuyo fin es la libertad del rey y del reino
y abominable es la paz cuyo fin es la sujeción, opresión e servidumbre.

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