30.7.07
A río revuelto, ganancia de treintañeros
Siempre que voy al Ikea me paro a mirar esos mini pisos que tienen ya amueblados, así de exposición. Que si el sofá debajo de la cama, el baño separado de la cocina por una cortina de florecillas, una mini nevera junto a un armario polivalente. En fin, todo un derroche de ingeniería decorativa y organizativa que sinceramente está muy bien. Aún recuerdo aquellos años en los que uno entraba en el Corte Inglés a mirar la zona de decoración y se encontraba con amplios salones amueblados con sofás esquineros, mesas con cristal y una mesa de comedor como la de Falcon Crest. Todo una sinfonía para los sentidos, para el buen gusto especialmente. Ahora, en uno de los maravillosos pisos que se nos ofrecen, apenas tendremos sitio para poner los tapetes que con tanto amor labró nuestra madre. Si bien no todo es oscuridad para el futuro. Parece ser que la época de vivir condenados a pagar nuestra casa incluso después de muertos toca a su fin gracias a una nueva explosión, esta vez de la burbuja inmobiliaria. Se lleva hablando años de que va a suceder y parece que no acaba de pasar, pero tranquilos. Para todo aquel que sepa medianamente el funcionamiento de cualquier economía, esta experimenta periodos de bonanza y periodos de bajadas, siendo ambas más o menos compensables entre sí para mantener un cierto equilibrio. Estamos ahora en el culmen, para los constructores, promotores y para los bancos, claro está. Mucha demanda, la oferta más o menos necesaria. La entrada de inmigrantes en nuestro país ha supuesto una subida importante en cuanto a nuevos adquirentes de vivienda. Los constructores se han animado y han decidido construir sin control. El dinero pasa por sus manos ya no en bolsas de basura sino en auténticos camiones! La felicidad, su felicidad, parece plena. Los jóvenes, los mileuristas y algún que otro currante más nos contentamos con mirar las casas de los demás con nostalgia y tristeza, soñando que abandonamos nuestras tiernas camitas de sábanas de cohetes espaciales y princesas para integrarnos en el mundo adulto. Qué lejos parece! Pues no tanto, digo yo. Salid a dar una vuelta por vuestra ciudad y observad la cantidad de edificios que hay, de viviendas vacías, por alquilar o vender. Lo que están construyendo, lo que están recalificando. Tanta vivienda no se vende sola, y con los sueldos que pagan me temo que la gente seguirá aferrándose a sus sábanas infantiles. Entonces, todos se echarán las manos a la cabeza, el dinero se gastará y desaparecerá, los solares quedarán abandonados y entonces nosotros, ahora jóvenes, entonces a saber qué, acudiremos en bandada para llevarnos un pedacito de ese pastel que están haciendo solo unos pocos. Voy a llorar tanto por ellos como lo que ellos están llorando por nosotros.
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1 comentario:
a ver como se da el futuro...
la verdad es que la ciudad esta llena de carteles de "se vende", te lo digo yo que no hago mas que mirar pa los edificios...
El problema es cuando marcas el numero, te dicen lo que cuesta y miras tu nomina...
Tenía razón eduardo, antes la gente se juntaba pa tener niños y ahora pa comprar piso, que asco!
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